Que el Teatro Bretón se moría era una evidencia desde hace años. Que nadie hizo nada por darle oxígeno, también. Entiéndase oxígeno por aprovechamiento; era de propiedad privada pero también un espacio al que todos, espectadores y firmas privadas, habríamos tenido acceso con voluntad política real de emplearlo. Que a Salamanca se le muera un teatro debería ser un drama. Más si es el Bretón, uno de los más vetustos de España. Pero que se convierta en plazas aparcamientos sea quizá la metáfora esclarecedora y dolorosa de hacia dónde vamos. Muchas cosas fallan a la vez cuando se horadan arcas municipales para sacar pecho por nuevos centros de arte –el CAEM y su erecta presunción, por ejemplo– y se aplica eutanasia a un inmueble que supura Historia pero al que no le brillan claraboyas de espejo ni una deslumbrante fachada.
Estamos peor que mal cuando se permite el derribo de un bien que si no ha sido aún declarado Patrominio Artístico es sólo por una cuestión de tiempo. Peor que mal cuando los mismos que ceden el paso a las grúas lloran porque el Auditorio Delibes de Valladolid lleve matrícula de Pucela. En los teatros antiguos y pequeños, baqueteados por los años, también vive esa criatura celosa y apetecible que llamamos cultura, aunque lo haga de puntillas. Aún necesitamos reir, llorar, saltar, vibrar sentados delante de una historia. Entre todos lo matamos. No tenemos perdón.
Estamos peor que mal cuando se permite el derribo de un bien que si no ha sido aún declarado Patrominio Artístico es sólo por una cuestión de tiempo. Peor que mal cuando los mismos que ceden el paso a las grúas lloran porque el Auditorio Delibes de Valladolid lleve matrícula de Pucela. En los teatros antiguos y pequeños, baqueteados por los años, también vive esa criatura celosa y apetecible que llamamos cultura, aunque lo haga de puntillas. Aún necesitamos reir, llorar, saltar, vibrar sentados delante de una historia. Entre todos lo matamos. No tenemos perdón.
(Tribuna de Salamanca, 14/III/09)
1 comentario:
La verdad es que no parece que vayan a ganar mucho con el cambio...Entre un teatro y un parking siempre me quedaré con el teatro. Una pena como cambian los tiempos
Un placer volver a pasar por aquí y leerte
Abrazotes
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