miércoles, 26 de noviembre de 2008

Usted se queja

Imagíneselo: una tubería de su cocina revienta y usted telefonea a un electricista para que lo solucione. El que se presenta es un guardia forestal, y a usted le parece bien. Después deja a sus hijos en clase a sabiendas de que no le darán clase profesores, sino guionistas de televisión. Pasan los días, y el agua vuelve a anegar su casa y el niño, en vez de aprender a sumar, le recita, íntegro, el argumento de ‘Pasión de Gavilanes’.

Aplique el ejemplo a ‘la noche’, cuando se encienden las luces y se apagan los cerebros. Usted le pide a una copa a un tipo que cree que es un camarero, pero que en realidad es un tipo sin contrato al que malpagan por poner las copas sobre la barra. Usted escucha la música que le pone alguien que usted cree que es un pinchadiscos, otro tipo sin contrato que apenas distingue entre Paquito el Chocolatero y el Réquiem de Mozart. Cuando abandona el local, le despide otro tipo que hace de portero, sin contrato ni formación, al que pagan ocho euros por hora y que está allí como podría estar descargando fruta. Y usted, después, cuando vomita la bebida adulterada, toma aspirinas para el dolor de cabeza, y se da la enhorabuena por caer bien al portero y que esta noche no me haya tocado a mí, además, se queja. Se queja mucho.

Y usted olvida, cínicamente, que el precio de cada copa financia la estafa de los empresarios sin escrúpulos, de los que prefieren hacer más caja a cumplir la ley, que eso es para los pringaos. Y después, el lunes, la televisión se llena de ataúdes y de lágrimas y de amigos adolescentes que lloran a Álvaro Ussía. Entonces usted mira para otro lado.

martes, 18 de noviembre de 2008

Schuster y la tribu

Bernd Schuster no es el tipo más simpático del mundo. Eso, de entrada. Me hace gracia, porque se empeña en ser buen entrenador. Buen entrenador y punto. Y eso es lo imperdonable. Esa es su cruz. Porque un tío que está las 24 horas delante de la cámara no tiene que ser buen entrenador. Lo que debe ser es simpático, enrollado, ocasionalmente divertido. Y, si es posible, guapo. Y si es todo lo contrario, debe serlo con gracia. Quizá está en su recio carácter teutón, de mula trabajadora y sonrisas contadas. Lo que sería pasable si su equipo de fútbol ganase todos los partidos, es la gota que colma el vaso cuando los que ganan se llaman Valladolid o, peor, Real Unión.

Me caería simpático Schuster por su perpetuo enfado con el mundo. Lo haría, sino fuera uno más de los tipos que matan al mensajero cuando éste les trae malas noticias. El mismo tipo que llama mentirosos a los periodistas y le echa la culpa de todos los males de su equipo, después pierde el culo por tener su propia columna en un diario de prensa deportiva. Por experiencia personal, sé que lo único que hace en esas columnas es aportar su foto y cuatro comentarios vagos que el plumilla de turno, generalmente un becario, transforma en un artículo de opinión. Aportar su foto, y cobrar, claro, mucho más de lo que el becario puede escuchar sin llevarse la manos a la boca, presa del estupor. Comer de quitarle el trabajo a los mismos a los que insulta por hacer su trabajo. Casi no entiendo nada.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Obama ha irrumpido en el escenario mediático no sólo nacional, sino internacional, con el vértigo del personaje público que apenas puede mirar lo que ocurre a su alrededor mientras corre más deprisa. Ha irrumpido, protagonista y víctima al mismo tiempo de sí mismo, en un teatro de representaciones y simbolismo, en el que cada parpadeo, cada sístole y diástole, pasan a cobrar la importancia extrema. No recuerdo un presidente de los Estados Unidos que no fuera denostado como figura pública y, sobre todo, como persona. Casi siempre, y por norma, el tipo del despacho oval es tachado de estúpido, de torpe, de inculto y, en resumen, de ‘yankee’, que en realidad es lo único que puede ser y algo en Europa consideramos un pecado capital en sí mismo. Si es republicano, es provinciano, nefasto y dañino para las relaciones internacionales. Si es demócrata, se le busca una becaria de talentos obscenos y listo. ‘Impeachment’ al canto. Obama, además de mucho trabajo por delante junto a su escolta de analistas, consejeros y ayudantes, tiene por delante la dura misión de evitar la lesión pública a la que le va a someter la sobreexposición mediática. Vigilará reacciones, ecos y respuestas con la misma intensidad y desvelo con la que deberá gobernar. Deberá hacerlo, quiera o no. Y será un espectáculo apasionante.

martes, 4 de noviembre de 2008

Mi músico local

“Ni siquiera queremos que el disco se venda, queremos que el disco se escuche”, me dice un músico local, acodado en la barra a altas horas de la noche o primeras de la mañana. Los grupos salmantinos saben que no han nacido en la mejor ciudad para pasar a la posteridad por lo que hacen. Se quejan de que lo más parecido a una escena propia, a un circuito de música en directo en la ciudad, son los tres bares que durante el año les dejan tocar en un escenario un miércoles o un jueves por la noche, que el viernes y el sábado ya se llena el bar de todos modos. Se quejan de que siempre le pierden dinero a esas actuaciones. Se quejan de que no tienen salas de ensayo –más de una banda se entrena en Santa Marta, donde la concejalía le pone las cosas más fáciles–. Se quejan de que los medios locales pasamos de ellos.

En resumen, que se quejan demasiado. Que no esperen nada de las instituciones, y un disgusto que se ahorrarán. Que cuelguen todas sus canciones en myspace y utilicen internet en su provecho, que es lo que hoy hace desde Radiohead hasta Il Divo. Y que toquen gratis y donde haga falta. Que asuman que su carrera no son los 100 metros, sino los 10.000, y que cojan fuerzas para ello. Todo esto se lo digo a mi músico local, que me pide otra y me dice qué tal está el nuevo disco de Beck, la semana que viene tocamos otra vez en Madrid, que asco de música ponen en este garito.