Que Barack Obama sea, al fin, la promesa cumplida de la América nueva y prometida está por ver. Pero en dos meses, Estados Unidos decidirá si conduce hasta la Casa Blanca al primer miembro de una minoría étnica, la negra, que sólo supone un 10% de la población total. La administración Bush ya tuvo en Colin Powell o Condolezza Rice a algunos de sus pilares políticos, lo que demuestra que en EEUU el debate sobre el color de la piel hace tiempo que no se lee en términos de izquierda-derecha.
Los europeos, borrachos de autocamplencia, gustamos de ridiculizar a nuestros vecinos trasatlánticos, y más aún en época electoral. Y mientras ellos llevan a un inmigrante de segunda generación a la presidencia, nosotros aún nos preguntamos cómo gestionar las corrientes migratorias. Hay mucho que aprender de su ejemplar sistema democrático. Obama llega a la recta final tras un apasionante debate interno en el Partido Demócrata, un debate impensable en nuestros partidos mayoritarios.
Y esos mismos partidos, asentados en los célebres think thanks y en asociaciones civiles –muchas femeninas, ahí es donde juega sus bazas su esposa, Michelle– beben de financiaciones expuestas, con pelos y señales, a la luz pública. Por poner dos ejemplos. Nos reímos del Tío Sam, y deberíamos escucharlo con atención.
(Tribuna de Salamanca, 30/08/08)