miércoles, 28 de enero de 2009

Facebook, internet 2.0

Primero quisimos ser anónimos. Internet era ese sombrío y sospechoso espacio en el que salvaguardar la información personal era imprescindible. En el que ocultábamos casi todo. Internet era peligroso. En los chats se sucedían los seudónimos. También en los foros, aunque los foreros desnudaran sus apetencias filosóficas, musicales o personales.

Porque primero quisimos saberlo todo sin entregar nada a cambio. Despues... después, de repente, aparecieron los blogs. Y luego las redes sociales. Y entonces, todo cambió. Contagiados por el infeccioso calor de la emoción, convertimos internet en un espasmo de relaciones personales de gran extensión y piel finísima. La red promovió un intercambio de gustos, aficiones, fobias, lazos, definiciones y coyunturas que nos definen y nos delimitan en una orgía de contactos en la que el último comentario y la última actualización de estado es la única que importa. Twitter, Hi5, Tuenti, Keteke...

¿Es Facebook.com el auténtico y verdadero internet 2.0, o sólo el más importante progreso relacionado con la red desde el e-mail? Quizá sea el primer medio de comunicación de masas horizontal. O la última e inevitable criatura posmoderna que ha parido Occidente. Su crecimiento, exponencial, inabarcable, tiene mucho de orgánico. No es casual que se extienda como un virus de inevitable transmisión.

martes, 20 de enero de 2009


Para la gran mayoría de hombres, el pelo femenino es una ecuación con demasiadas incógnitas. Asistimos atónitos al desfile de peinados, tratamientos, cortes, coloraciones y progresos de las cabelleras de nuestras parejas y de las cabelleras que se asoman en los anuncios en prensa y televisión. Apenas entrevemos una minúscula parte de la carga simbólica que encierran un cambio de corte, unas extensiones o unas mechas.

De todas las posibilidades, la melena es la que juega un papel más reconocible en la instrumentalización del género femenino. La melena se asoma y se esconde, zigzagea a su antojo en el rostro como una cortina caprichosa que dispara la sensualidad y somete a la percepción masculina a un reto casi inabarcable. La melena es el mascarón de proa de la femineidad torrencial que se enroca en el juego de enseñar y ocultar casi al mismo tiempo.

La propia y dedicada atención al pelo suma dulzura. El cabeceo que ajusta la cabellera con un golpe brusco adereza la aleación que siempre desemboca en una receta de seducción. La mejor y más perfeccionada herramienta de aderezo de la representación del género femenino es a la vez la más primaria y la más efectiva.

lunes, 12 de enero de 2009

Sé lo que hicisteis


Quizá Se lo que hicisteis no ha inventado nada nuevo en televisión. O sí. Hace semanas escribía metiéndome con algunas fórmulas del programa. Entre ellas, la que personifica Pilar Rubio. He cambiado de opinión –aunque no sobre ella–. La fórmula del espacio, aún con sus defectos –bastantes, eso es innegable– es autocrítica, autoreferencial y divertida. Lo primero, en una televisión hinchada de realities, congestionada de solemnidad y morbo, es una virtud apreciable. Que sea autoreferencial convierte el programa en una trama, casi en un argumento, que los espectadores siguen con dedicación.

Pero Sé lo que hicisteis es, sobre todo, un programa a contracorriente. Enemistado en los juzgados y en casa emisión con el resto de las cadenas, ha hecho virtud del defecto de los demás. Lo que en televisión, en un programa diario, y en horario de mediodía, es meritorio. Primo lejano de El Informal, evolución lógica de los programas de zapping, en Sé lo que hicisteis muchas bromas son previsibles, las risas involuntarias son habituales y a los guiones, a veces, se les ven las costuras. Hasta los presentadores impostan una calamidad que los convierte en cercanos. Exactamente, lo que no pasa en la competencia. Todo ello, sin perder el pulso del programa diario.

Por todo lo que he dicho antes, lo voy a decir bajito: Sé lo que hicisteis es, quizá, el primer programa posmoderno de la televisión generalista.

jueves, 8 de enero de 2009

Ser niño

Observa la imagen. La madre protegiendo a sus hijos con su propio cuerpo; una mano en la cabeza del más lejano con el gesto del que quiere adivinar una salida y la otra en la cabeza de un niño que se atreve a mirar qué ocurre, pero que a fuerza de la costumbre ha aprendido que ante la inminencia de un posible disparo, lo primero es proteger la cabeza con las manos. Observa al niño del centro, el más pequeño, que se tapa los oídos, como si aplacar el ruido de las bombas terminara con ellas. Como si la realidad fuera uno de esos cuentos que se termina al cerrar el libro, al apagar la luz. Observa la los tres cuerpos como uno solo; madre e hijos aferrados al suelo y a la creencia de que algún día, a pesar de todo, la luz se apagará, el libro terminará.

El valiente no es el que nunca tiene miedo, sino el que lucha por superarlo con todas sus fuerzas. Quizá el mayor valor está en la mirada de estos tres héroes. Qué difícil ser niño en un mundo rebosante de blancos humanos, fuego amigo, bombas de racimo y comunidades internacionales. Cómo si ser un niño, por sí sólo, no fuera ya bastante.