Estamos peor que mal cuando se permite el derribo de un bien que si no ha sido aún declarado Patrominio Artístico es sólo por una cuestión de tiempo. Peor que mal cuando los mismos que ceden el paso a las grúas lloran porque el Auditorio Delibes de Valladolid lleve matrícula de Pucela. En los teatros antiguos y pequeños, baqueteados por los años, también vive esa criatura celosa y apetecible que llamamos cultura, aunque lo haga de puntillas. Aún necesitamos reir, llorar, saltar, vibrar sentados delante de una historia. Entre todos lo matamos. No tenemos perdón.
lunes, 16 de marzo de 2009
No tenemos perdón
Estamos peor que mal cuando se permite el derribo de un bien que si no ha sido aún declarado Patrominio Artístico es sólo por una cuestión de tiempo. Peor que mal cuando los mismos que ceden el paso a las grúas lloran porque el Auditorio Delibes de Valladolid lleve matrícula de Pucela. En los teatros antiguos y pequeños, baqueteados por los años, también vive esa criatura celosa y apetecible que llamamos cultura, aunque lo haga de puntillas. Aún necesitamos reir, llorar, saltar, vibrar sentados delante de una historia. Entre todos lo matamos. No tenemos perdón.
jueves, 12 de marzo de 2009
Alfie Trailer
La condición nueva de la personalidad vinculada al vértigo emocional nace de la, también, nueva circunstancia. El Don Juan de José Zorrilla sólo fue la prehistoria de un reconfigurado hombre ocioso. Porque es en ese ocio en el que brota el show de la personalidad, el paroxismo de los sentimientos. No es casual que los personajes del cine y de las teleseries estadounidenses no tengan apenas que ir a trabajar, o a clase, o dediquen tiempo a tareas domésticas. Recursos y esfuerzos se reservan y se emplean, en exclusiva, en disquisiciones autoreflexivas, en la expresión de la personalidad. Las filias, los gustos, las preferencias personales son lo más relevante.
Ayer ví la versión de 2004 de Alfie, que es a su vez la puesta al día citado Don Juan. La expresión de un orden nuevo pero no tanto, que en la construcción femenina encarnan las Mujeres desesperadas, empeñadas en el legítimo consumo de sus múltiples accesorios, incluido el hombre banal y reemplazable. La configuración del género, masculino o femenino, por medio de la sobreexposición al otro.
Que el sistema se hay adueñado de esa extenuante compulsión al gasto, y que la haya articulado en un consumismo bronco, merece ser tratado en otro momento.