Ni el nuevo disco de The Cure. Ni el estreno de Quatum of Solace, la nueva aventura de 007. El acontecimiento que más pita en este rinconcito de esonosecide es el comienzo de la NBA. Quizá el mayor espectáculo deportivo del que puede disfrutar cualquier aficionado al deporte durante una temporada completa. El mayor espectáculo del mundo es este circo de tipos enormes que juegan 82 partidos (¡82!) de Liga regular y después se dejan la piel en los play-offs.
No voy a hablar de las rachas anotadoras de Kobe Bryant, de los saltos de Lebron James, de los tiros de -Dios existe- el recuperado Allan Houston, de los pases de Crish Paul o de Steve Nash, de las opciones de Pau Gasol. Sí diré que soy Laker desde que recuerdo, que es desde que ví a Magic y Worthy corriendo el contraataque. Soy de los que llegan a trabajar con ojeras después de pasar la noche delante del televisor o de la pantalla del portátil, viendo el partido a través de alguna red P2P, de los que tienen ni sé cuantos partidos grabados en VHS y DVD. De los que prefieren un Clippers-Sonics a la final de la Champions. De los que piensan que Europa, a pesar de todo, sigue muchos años por detrás del baloncesto estadounidense. De los que pidió a sus padres la Reebok The Pump cuando Dee Brown ganó el concurso de mates. Felices madrugadas.
3 comentarios:
ME SUMO A TODO LO DICHO. (SOLO CON UNA SALVEDAD, LO SIENTO PERO YO ADORO A LOS CHICAGO)
Tan bonito que contagia.. Eso, felices madrugadas :-)
Es curioso cómo un deporte tan dinámico y entretenido como es el baloncesto haya perdido la partida ante otro mucho más aburrido (el fútbol)
Cosas de patrocinadores, supongo...
Publicar un comentario