Si nos lo hubieran dicho en el 2002, aquél año de champán, palmaditas en la espalda y brindis al sol, no nos lo habríamos creído. Si nos hubieran adelantado que seis años después de aquella rimbombante concesión del título de Ciudad Europea de la Cultura, en este 2008, Conchita cerraría las fiestas patronales y El Canto del Loco los actos que conmemoran que Salamanca es Ciudad Patrimonio de la Humanidad, se nos abría escapado un grito de horror. Porque a Conchita, hoy lo sabemos, la han precedido Bustamante, El Arrebato, Baute o Antonio Orozco. Porque todos son carnaza para adolescentes, están en plena gira de promoción de sus discos –qué gran labor las de sus agentes, que se la saben colar a tanto concejal– y se nos van a olvidar pronto.
Salamanca desierta de esa condición de ciudad cultural, de esa diferenciación a la que quiere amarrarse, cada vez que programa lo mismo que los demás. Porque Valladolid se puede permitir una vez al año una oferta blanda, popular y ramplona, pero Salamanca no, ni siquiera 15 días de septiembre. En la lucha de mercado en la que, le guste o no, está inmersa la ciudad, en esa vorágine en la que las ciudades se juegan su nombre-marca con el cuchillo entre los dientes, Salamanca es un lugar realmente diferente y apetecible durante muy pocas veces al año. Casi, sólo, durante un Festival de las Artes que, además, acapara las críticas de todos aquellos que piensan que Rufus Wainwright es el nombre de un delantero del Ajax.
Quizá es ése el debate pendiente sobre quiénes somos, y no otro, o sobre quién queremos ser. Podemos apostar por el turismo nacional –las infraestructuras, hoy, no dan para más– o, de una vez, acoger a intelectuales, músicos, artistas, directores y creadores con mayúsculas. E implicar a los salmantinos, recuperar a los universitarios y meterlos en los cines, los teatros y las salas de conciertos. Salamanca debe morder o otros la morderán a ella. Pronto.
Salamanca desierta de esa condición de ciudad cultural, de esa diferenciación a la que quiere amarrarse, cada vez que programa lo mismo que los demás. Porque Valladolid se puede permitir una vez al año una oferta blanda, popular y ramplona, pero Salamanca no, ni siquiera 15 días de septiembre. En la lucha de mercado en la que, le guste o no, está inmersa la ciudad, en esa vorágine en la que las ciudades se juegan su nombre-marca con el cuchillo entre los dientes, Salamanca es un lugar realmente diferente y apetecible durante muy pocas veces al año. Casi, sólo, durante un Festival de las Artes que, además, acapara las críticas de todos aquellos que piensan que Rufus Wainwright es el nombre de un delantero del Ajax.
Quizá es ése el debate pendiente sobre quiénes somos, y no otro, o sobre quién queremos ser. Podemos apostar por el turismo nacional –las infraestructuras, hoy, no dan para más– o, de una vez, acoger a intelectuales, músicos, artistas, directores y creadores con mayúsculas. E implicar a los salmantinos, recuperar a los universitarios y meterlos en los cines, los teatros y las salas de conciertos. Salamanca debe morder o otros la morderán a ella. Pronto.
4 comentarios:
Ok.
Haber por donde empezamos.
El ejemplo de Rufus W. me parece un poco excesivo.(al menos para mí)
Yo pondría otro ej. que te parece R. Kipling, R. Polanski ó P. Sarasate...
Por lo demas y viniendo de un Pucelano como tú, tiene mas valor y lo apoyo totalmente.
Ya...Mira, la calidad y las masas dificilmente están unidas...Y un Rufus Wainwright deja a la gente indiferente y un Bisbal hace gracia, pero esa es la sociedad de masas que nos ha tocado...Y tienes razón que más de un 90% de los universitarios no sabe quien es Rufus, pero...
La gente que sabe dice que, por ejemplo, Leonor Watling hace música cultural... pero a mi no me gusta. En lo que si te doy la razón es que no sé puede todo circunscribir sólo a conciertos, que hace falta más teatro y museos y exposiciones itinerantes (lo que yo daría por tener los Guerreros de terracota en Granada un mesecito) y todo gratis (que ya lo pago bastante con mis impuestos)...
en fin.
No se cabree usted con el canto del loco, que tampoco me gusta a mi, pero sí a alguna de mis amigas, y no tienen culpa ninguno de los dos de que los concejales funcionen por intereses...
P.D.: (Ahhh¡¡¡¡ Y no le perdono a usted que no secundara el MEME... jejeje)
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